Autor: (*)Roberto Menchaca Morales
Fecha: 31/10/2011
Manaos (en portugués Manaus) era una pequeña población donde habitaban tribus indígenas: Barés, Banibas, Passés y principalmente la de los Manaos, que influenciaron en el origen del nombre de la ciudad, conocida en ese entonces Forte de São José da Barra do Rio Negro (1669).
Ya en 1832 se denomina Vila de Manaus, finalmente en 1856 el gobernador Herculano Ferreira Pena, nombra definitivamente a la ciudad como Manaus, que significa "Madre de los dioses". Actualmente es la capital más importante del Estado de Amazonas de Brasil.
El pasado 29 de octubre, se constituyó en la sede del Seminario Internacional Pana-Amazónico, donde participaron Brasil, Bolivia, Perú y Venezuela a convocatoria del Servicio de Acción, Reflexión y Educación Social (SARES).
Actualmente, la Panamazonía (Brasil, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Guayana inglesa, Guayana francesa, Surinam y Venezuela), está habitada por 390 pueblos indígenas, que hablan 240 lenguas diferentes de tres familias lingüísticas mayores – Aruako, Karibe e Tupi-Guarani y 46 menores. Con una población estimada en 2.780.000 habitantes. Ésta socio-diversidad era aún mayor en el año 1500 cuando se hablaban 1.200 lenguas en la región. Según algunos historiadores la violencia de la invasión española produjo en la Amazonía la mayor catástrofe demográfica de la historia de la humanidad. En aquellos tiempos, los pueblos indígenas consideraron la tierra como Mãe – Pachamama – un ser vivo que cuida de todos y a quien debemos cuidar también. El hombre es parte de ella y con ella debe vivir en armonía.
Estas visiones de los pueblos indígenas fueron desvaneciéndose forzadamente desde la invasión e influencia de la “corona española y federal”, hasta hoy en día, como ocurre con el formalismo de la participación social son mera formalidad. Las consultas y audiencias públicas ante las comunidades y pueblos indígenas han sido manipuladas para dar la impresión de participación delante de exigencias internacionales y del poder económico, pero que verdaderamente sirven solamente para dar salida, con apariencia de justicia a los proyectos ya decididos.
Por otra parte, se multiplican las amenazas y se recurre a la criminalización de los movimientos sociales y a los líderes (hombres y mujeres) por parte de las empresas y de los Gobiernos, por su lucha en defensa de sus derechos y por oponerse a los grandes emprendimientos y al modelo de desarrollo que se imponer por todos los medios. Entonces nos preguntamos ¿dónde quedó la soberanía de los Estados, los defensores de derechos humanos y los pueblos indígenas, etc? Para analizar estas y otras preocupaciones es que se dio inicio al observatorio Panamazónico, como una necesidad de contar con espacio de análisis crítico y de debate público, donde se interpele acciones que vulneren derechos colectivos, económicos y ambientales constitucionalizados, sobre todo la imposición de modelos desarrollistas que explotan y extraen ingentes recursos naturales. Se hizo mención al caso del Brasil, que busca una hegemonía regional en el Sud América y África, a través de Megaproyectos (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura de América del Sur, IIRSA), donde no se respetan Leyes y las formas de vida de las comunidades campesinas e indígenas. En esa mima perspectiva se puede mencionar la reciente concluida VIII Marcha Indígena de Bolivia. Asimismo, se remarcó la inexistencia de alternativas para la construcción de una Amazonía más justa.
Los ejes temáticos del observatorio fueron: justicia socio-ambiental, respeto e igualdad de los diversos modos de vida y culturas presentes en la Pan-Amazonia, interculturalidad y la democratización de decisiones de los pueblos y comunidades que conviven en armonía con la naturaleza. Estos y otros temas son desafíos ambiciosos, pero que es posible a partir de iniciativas como éstas, contribuir a la construcción de un mundo mejor para todos y todas.
(*) Roberto Menchaca Morales es Director de CIPCA Norte a.i.
Por una Bolivia democrática, equitativa e intercultural.