Autor: Cristina Lipa Challapa (*)
Fecha: 22/03/2018
Cada 22 de marzo se recuerda el Día Mundial del Agua, este 2018 inició el Decenio Internacional para la Acción “Agua para el Desarrollo Sostenible” 2018 - 2028 con la finalidad de “acelerar los esfuerzos para enfrentarse a los desafíos relacionados con el agua, como el acceso reducido al agua potable y al saneamiento, una mayor presión sobre los recursos hídricos y los ecosistemas y un riesgo exacerbado de sequías e inundaciones”, declaración emitida por las Naciones Unidas (ONU).
Así también, la Conferencia Río+20, realizada el 2012, marcó un hito al reafirmar el rol fundamental de las mujeres en el desarrollo sostenible y de garantizar derechos, acceso, participación y liderazgo de las mujeres en la economía y la toma de decisión, pero también en el acceso y la gestión del agua.
El agua es un elemento esencial para la vida y el desarrollo sostenible, pero fundamentalmente es una necesidad y un derecho humano, sin embargo, es el recurso más escaso y disputado por distintos actores, aproximadamente un 40% de la población mundial sufre de escasez de este recurso elemental, este porcentaje tiende a acrecentar más por los efectos del cambio climático.
La ONU ha venido impulsando diferentes acuerdos políticos internacionales para responder a la creciente demanda mundial de este recurso y satisfacer las necesidades humanas, entre los últimos acuerdos está la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, donde el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 6 tiene como meta “garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos”, buscando lograr el acceso universal y equitativo al agua potable y al saneamiento básico, su cumplimiento contribuirá también al cumplimiento de otros ODS como la salud, la educación, crecimiento económico y medio ambiente, pero también contribuirá a mayores oportunidades para las mujeres que es uno de los sectores poblacionales más afectado por la escasez de agua.
Las mujeres mantienen una estrecha relación con el agua, este ha estado vinculado al sistema Sexo Género, es decir, a los roles que vienen desempeñando las mujeres en el ámbito privado o reproductivo para el abastecimiento y gestión cotidiana del agua, porque generalmente son ellas las encargadas de recoger, almacenar, administrar y utilizar el agua ya sea en la preparación de los alimentos, limpieza, en el cuidado de sus animales y en la siembra de sus cultivos. Ante la escasez de agua, o la calidad deficiente, las mujeres son las más afectadas, debido a las responsabilidades que tienen en el abastecimiento del agua a la familia, más aún en las comunidades rurales, donde también las mujeres constituyen el 20% de la fuerza laboral agrícola en América Latina (ONU). Pero también, su participación sopesa con las relaciones de género y las relaciones de poder que se tejen en la gestión de agua para riego, en muchos casos limitando su participación y acceso a este recurso.
En Bolivia, el agua está consagrada en la Constitución Política del Estado como un “derecho fundamentalísimo para la vida” (Art. 373), sin embargo, según datos del Censo 2012, el acceso a agua por cañería de red en el área urbana es de 68,3% y en zonas rurales es de 40,3%, en el caso de saneamiento básico solo el 30,1% del área urbana carece de este servicio y en el área rural el 62,4% no tienen este servicio. Para la gestión 2015, según la encuesta de hogares del INE (2015) se habría logrado avances en cuanto al acceso al agua (96,2% en el área urbana y en el área rural 56,6%). La Agenda Patriótica 2025 tiene como meta lograr la cobertura total a nivel nacional con servicios de agua potable y saneamiento básico.
En relación a la producción de alimentos y la seguridad alimentaria, en el Art. 375 de la CPE: se plantea “Es deber del Estado desarrollar planes de uso, conservación, manejo y aprovechamiento sustentable de las cuencas hidrográficas. El Estado regulará el manejo y gestión sustentable de los recursos hídricos y de las cuencas para riego, seguridad alimentaria y servicios básicos, respetando usos y costumbres de las comunidades”. En el marco de la Agenda Patriótica 2025 el Gobierno Nacional ha declarado la Década del Riego “Hacia el Millón de Hectáreas” (2015-2025), con la finalidad de promover y ampliar la producción agropecuaria bajo riego a través de inversiones de los distintos niveles del Estado.
Desde el Estado central hay varios programas Mi Agua y Mi Riego (en sus distintas versiones), Presas, “Cosechando agua sembrado luz”, Manejo de cuencas, etc. mediante los cuales se está realizando inversiones para la implementación de sistemas de almacenamiento de agua; implementación de sistemas familiares de uso múltiple y cosecha de agua; y la promoción del riego tecnificado. La inversión prevista es de 12,5 millones de bolivianos anual para riego de los programas Mi Agua, Mi Riego y Fondo Indígena (Opinión.16.02.2018). Según el informe de gestión 2017 del gobierno nacional se habría alcanzado 434 mil hectáreas bajo riego hasta la pasada gestión, aunque no se sabe cuántos sistemas funcionan efectivamente ni cuánto corresponde a la agricultura campesina e indígena. Estos avances, aunque muy importantes, no son suficientes para mejorar o cambiar de manera sostenible las condiciones productivas, económicas y sociales de los pequeños productores y sobre todo garantizar la seguridad alimentaria.
El cambio climático, los problemas medioambientales y los fenómenos climáticos recurrentes están provocando problemas en el ciclo hidrológico del agua, con precipitaciones irregulares, provocando inundaciones en algunas zonas y en otras sequías prolongadas, generando escases de agua no solamente para el consumo humano, sino también para la producción de alimentos, intensificándose en los últimos años. La escasez del agua para consumo y para riego ha afectado a 8 de 9 departamentos (2016-2017), donde 30 municipios pertenecientes a 6 departamentos del país tuvieron que emitir declaratorias de emergencia, también ha provocado la pérdida de 290.000 hectáreas agrícolas, afectando principalmente a los pequeños productores.
En el mundo rural, el agua y su gestión es parte de la vida comunitaria, cohesiona y articula, en algunos casos, es igual o más importante que la problemática de la tierra, el agua no se usa ni se apropia individualmente sino más bien se gestiona colectivamente desde una visión integral del territorio, el agua tiene vida, es interdependiente de otros sistemas de vida, cuando se refieren a la cosecha de agua y al cuidado de las fuentes de agua dicen “criar el agua” o “criamos al agua y el agua nos cría”. Por esta razón las familias campesinas, a través de sus representantes, demandan y se movilizan continuamente con propuestas para conseguir apoyo técnico o financiero del Estado para la implementación de sistemas de cosecha de agua y manejo más eficiente de este recurso cada vez más escaso.
Pero también, en algunos casos, por iniciativa propia o con apoyo de instituciones privadas los productores implementan “precarios” sistemas de riego para mitigar los impactos del cambio climático. Estos sistemas muchas veces o casi siempre, quedan a cargo de las mujeres que lo utilizan no solo para su consumo, sino para todo su entorno, sus animales, sus plantas y su territorio. Esta es la razón por la que se han adaptado más fácilmente a las diferentes infraestructuras de cosecha de agua y riego tecnificado.
Cuando analizamos los diferentes roles y responsabilidades de las mujeres y los varones productores en el acceso, uso y control de agua, si bien hay participación de mujeres en las estructuras de los Comités de Gestión, no hay avances en la reducción y/o eliminación de las brechas de género, debido a que su participación continúa siendo limitada en la toma de decisiones y también en el acceso a este recurso, siendo este un derecho que ejercen con mayor prioridad los varones por normas comunales y costumbres de las organizaciones. En las relaciones de género que se establecen al interior de estas organizaciones o comités de gestión del agua las relaciones de poder favorecen mayormente a los varones.
Por otra parte, para avanzar en la eliminación de las brechas de género, se debe promover la participación de las mujeres en la gestión de los sistemas de riego, hacer participar a las mujeres en el manejo, control de los RRNN y de los sistemas de agua; promover la participación activa de éstas en los planes, políticas y programas de manejo sostenible del agua.
Teniendo en cuenta el papel fundamental que la mujer desempeña diariamente en la labor de suministro, manejo y uso del agua, y siendo además un tema de interés de las mujeres participar en la toma de decisiones, es necesario promover su empoderamiento, mediante procesos de formación, diálogo, reflexión y debate sobre las desigualdades entre las mujeres y varones; las autoridades y organizaciones campesinas e indígenas deberían promover y garantizar que las mujeres se capaciten en todos los aspectos organizativos, técnicos y administrativos involucrados en la gestión comunitaria del agua; fortalecer sus capacidades y generar nuevos liderazgos de mujeres.
(*) Cristina Lipa Challapa es investigadora de CIPCA Cochabamba.
Por una Bolivia democrática, equitativa e intercultural.