Autor: Juan Carlos Alarcón (*)
Fecha: 28/09/2012
En Bolivia según el DS 25290 jóvenes son aquellas personas comprendidas entre los 19 a 26 años de edad, mientras que la Ley 3845 de “Ratificación de la Convención Iberoamericana de los Derechos del Joven” considera jóvenes a las personas entre 15 a 24 años de edad. Sin embargo el ser joven no se refiere exclusivamente a una etapa biológica, sino más bien a una construcción social, por ello también en la legislación latinoamericana fluctúa desde los 12 a 35 años para definir el rango de edad para la juventud.
Es importante tomar un parámetro en términos de propuestas y de planificación, en este caso tomamos lo estipulado en la Ley 3845. En este marco, la población de 15 a 26 años de edad en Bolivia representa el 24%, de los cuales el 70% se encuentra en el área urbana y el 30% en el área rural. El 44% de jóvenes indígenas residen en zonas urbanas, resultado de la migración campo-ciudad. Por tanto cuando hablamos de juventud rural no sólo nos referimos a mujeres y hombres jóvenes que están viviendo en el área rural, sino también a quienes están vinculados en estos procesos de integración urbano-rural, o viviendo en ambos mundos.
En el caso de los jóvenes que viven en el área rural, en 2008, el 40% se dedicaba a estudiar y realizar algunas actividades relacionadas con la agropecuaria; el otro 60% se dedica a desarrollar actividades económicas en su gran mayoría a la actividad agropecuaria y en menor medida al comercio, transporte y otros (Viceministerio de Género y Generacional, 2008).
Las y los jóvenes que viven entre lo rural y lo urbano están afectados por los fenómenos migratorios y problemáticas conexas, engrosando los cinturones periurbanos, aumentando los índices de desempleo y/o subempleo. La mayoría se dedica a trabajar en el sector informal, en el caso de las mujeres como trabajadoras del hogar y los hombres en el sector de la construcción, por lo general sin contrato ni beneficios sociales.
A este escenario se suma el hecho de que no existen las condiciones básicas para el desarrollo económico y social de la juventud rural, que, en la mayoría de los casos, no tiene otra alternativa que emigrar hacia los centros urbanos, en los cuales no siempre encuentran lo que buscan, más bien enfrentan obstáculos diversos de discriminación social, económica y laboral.
Es necesario tomar en cuenta la importancia y el potencial que puede tener el empleo rural no agrícola, para los y las jóvenes rurales, vinculado a actividades relacionadas con la transformación agropecuaria y comercialización, turismo, etnobotánica, artesanía, prestación de servicios y otros, puesto que esta población tiene mayor calificación para asumir estas actividades. Sin embargo, ello requiere de condiciones mínimas como: políticas y estrategias integrales favorables a la juventud rural; inversión pública específica para aplicar dichas políticas; créditos flexibles para hacer realidad los emprendimientos, entre otros.
(*) Juan Carlos Alarcón es Director de CIPCA Cochabamba
Por una Bolivia democrática, equitativa e intercultural.