Fotos: Vincent Vos / CIPCA.La castaña se recoge de la selva
Autor: Mery Vaca / Riberalta
Fecha: 02/04/2017
La producción de castaña ha caído en 80% dejando a zafreros, campesinos, indígenas y fabriles sin su medio de vida. La economía del norte de Bolivia está en jaque.
Las 70 mujeres que pertenecen al sindicato de madres solteras de Riberalta están desesperadas porque este año se quedaron sin sueldo, sin comida y sin útiles para que sus hijos vayan a la escuela.
Cada año, toman a sus hijos a cuestas y se internan en la selva, entre diciembre y abril, para recolectar los frutos de la castaña, un duro y riesgoso trabajo por el que reciben el dinero para su sustento el resto del año.
Sin embargo, esta vez volvieron con las manos casi vacías y con una enorme deuda con el patrón porque la producción de castaña cayó hasta en un 80 por ciento y no hubo frutos para llenar las cajas.
Bolivia es el principal exportador de castaña del mundo. Las almendras salen del bosque, son procesadas en empresas beneficiadoras en Riberalta y de ahí son enviadas al mercado internacional, sobre todo europeo, donde se conocen como "nueces de Brasil”. La actividad reporta unos 200 millones de dólares al año, pero en 2017 la cifra caerá por debajo de los 100 millones.
Las mujeres del sindicato de madres solteras no son las únicas damnificadas. Aproximadamente 50.000 familias, entre campesinos, indígenas, zafreros y fabriles dependen directamente de las castañas. Todos ellos se convirtieron este año en las primeras víctimas del cambio climático en la Amazonia.
Carmen Molina tiene 35 años y es madre soltera de cinco hijos. "Antes llegábamos con 10.000, 7.000 bolivianos. Ahora hemos vuelto con cuenta (deuda) porque no había almendra. Nos dieron anticipo y no pudimos pagar el anticipo porque no hubo almendra”, relata mientras decenas de mujeres la rodean en la federación de trabajadores de goma y castaña de Bolivia, con sede en Riberalta.
Molina, igual que los demás zafreros, acude frecuentemente a la sede de la federación para pedir que las autoridades generen empleo porque "no hay para darle el pan a los niños”.
Los zafreros son aquellos trabajadores que por lo general viven en la ciudad de Riberalta y que durante el año van recibiendo dinero como anticipo de los barraqueros, dueños de grandes extensiones de bosque, para luego recolectar la castaña.
Este es el grupo más vulnerable porque estas familias viven durante todo el año del dinero que logran hacer en la zafra.
Sin embargo, también hay comunidades campesinas e indígenas que, sin depender de ningún
patrón, también se dedican a la recolección de almendras para venderlas a los rescatadores y a las plantas beneficiadores.
Wilfredo Huari, presidente de la comunidad indígena tacana Miraflores de Pando, parado en el centro de un enorme galpón vacío, cuenta que en años pasados la almendra llegaba casi hasta el techo, pero que ahora no hubo producción.
"Yo creo que el factor principal es el cambio climático. Cuando llueve, llueve mucho, cuando da sol también da sol. Es el cambio climático que no deja cuajar a los coquitos; llega la sequía y se cae”, relata Huari.
Para él esta crisis no tiene precedentes, puesto que toda la comunidad logró recolectar sólo 1.600 cajas de castaña, mientras que el año pasado lograron sacar 7.700, pese a que ya había sido catalogado como un mal año.
"Estamos viviendo una crisis única por el tema de que la castaña, que es nuestro mayor ingreso
en la comunidad, este año ha sido un déficit sumamente”, relata este joven mientras unos cuatro niños tacanas revolotean alrededor.
Sin embargo, la situación en el campo no es tan dramática como en la ciudad de Riberalta. En las comunidades, los campesinos e indígenas sobreviven con otro tipo de actividades, aunque las cadenas productivas no están tan desarrolladas como la castaña.
Las alternativas más prometedoras y amigables con la preservación del bosque son la recolección de frutas silvestres de alto valor nutritivo, como son el asaí, el majo y el copoazú, además de la pesca.
Hay comunidades, como Santa María, que ya están procesando estas frutas en una pequeña fábrica para vender la pulpa en el mercado local, donde las usan para preparar jugos.
El mercado para esos productos está también en Riberalta, donde los comerciantes ya sienten una brusca caída en sus ventas, precisamente porque toda la economía regional se mueve en torno a la castaña.
En el pueblo viven también los fabriles que trabajan en las beneficiadoras de castaña que actualmente todavía tienen trabajo, pero que quedarán desempleados entre mayo y junio de este año porque ya no hay producto para procesar.
Augusto Mencía, el propietario de Urkupiña, la mayor fábrica de la región, dice que tiene 3.000
trabajadores a los que empleaba los 12 meses del año, pero reconoce que en esta gestión quedarán cesantes a mediados de año.
La castaña, o mejor dicho la falta de ella, es el tema de conversación en las sendas de la selva, en los caminos, en las calles de Riberalta y hasta en el avión, donde coincide con la periodista el propietario de Urkupiña.
El mundo teoriza y polemiza sobre el cambio climático. Hay líderes mundiales como Donald Trump que se atreven a negar su existencia. Sin embargo, aquí, en la Amazonia boliviana, donde Página Siete llegó gracias a una gestión del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA), el cambio climático muestra su peor cara, la de la pobreza.
Vincet Vos, técnico del CIPCA, es el guía en este recorrido por esta zona sofocante del país. Cuando se le pregunta si esta crisis es de largo plazo o terminará este año, explica que "la tendencia es que cada vez vamos a tener menos”, aunque eso no quita que, por ejemplo, el próximo año mejore la producción.
Explica que el cambio climático, entendido como la emisión de gases de efecto invernadero, está provocando sequías más prolongadas, pero que a esto hay que sumarle la degradación "cada vez peor” del bosque en Brasil, lo que evita la generación de lluvia. Todo eso repercute en la producción de castaña y en la vida de la gente.
En medio de la desesperanza, Riberalta fue el primer municipio de Bolivia, y tal vez del mundo, en declararse en emergencia por el cambio climático, según cuenta Carlos Velasco Chinén, responsable de la unidad de gestión de riesgos de la Alcaldía.
Es hora del diagnóstico, de la denuncia, de la evidencia de que el cambio climático convive con nosotros. La mirada triste de los habitantes de la Amazonia boliviana se pierde en el horizonte cuando se les lanza la pregunta: ¿Y ahora qué va a hacer?
El pedido urgente es que el Gobierno genere empleos
Los damnificados por la crisis de la castaña piden empleo de manera urgente para poder sortear este año que se viene muy difícil. Al menos quieren asegurar alimentos para sus hijos hasta noviembre o diciembre, cuando empezará una nueva cosecha de almendras.
"De emergencia debería dotarse empleo digno por unos tres meses o cuatro meses, hasta que caigan los primeros cocos otra vez y luego puedan reponerse”, dice Rodrigo Medina, secretario general de la Federación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Pando.
Sin embargo, nadie sabe a ciencia cierta en qué serían esos empleos. Vincet Vos, técnico de CIPCA, propone que la mano de obra esté destinada a abrir sendas en la selva con la finalidad de facilitar la recolección de otros frutos silvestres, como el copoazú, el majo, el asaí y también la castaña.
Su propuesta está orientada a preservar el bosque para no empeorar la situación con cultivos que requieren del desmonte, como la soya, el maíz o el arroz.
Otros ensayan propuestas relacionadas con la producción de alimentos, pero de inmediato caen en cuenta que en Riberalta tampoco habría mucho mercado para estas iniciativas porque la depresión económica tocará a todos sus habitantes, ya que de forma directa o indirecta están relacionados con la castaña.
Medina también lanza ideas para la producción de maíz, frijol, arroz y yuca, que tomarían un año para dar frutos.
Y, para largo plazo, coincide con varios productores en sentido de que se debe diversificar la economía de la región.
Para eso, el CIPCA busca la implementación de sistemas forestales para el repoblamiento y aprovechamiento de los bosques sin incurrir en la degradación, porque eso provocaría más efectos devastadores.
Por una Bolivia democrática, equitativa e intercultural.