CIPCA Notas

Recuerdos con Lucho Alegre (1935-2012)

Autor: Xavier Albó (*)
Fecha: 28/01/2013

Ahí van algunos recuerdos de Lucho Alegre (+ 30-XII-2012), con el que me ha tocado compartir tantos sueños y aventuras. Nacido en Manresa, España, -como su tocayo Lucho Espinal, con quien conviviríamos varios años los tres hasta su asesinato-, llegó a Bolivia con “pichón de Jesuita” en 1953.

Apenas tenía 17 años, ahí convivimos por primera vez. Por estudios y trabajo ha vivido también en Perú, EEUU, Francia, Túnez y El Chad.

Con él y con Paco Santiago, también economista, en 1970 recibimos los tres un mandato/misión de nuestro superior jesuita: “Deben diseñar y crear un centro de investigación y acción social para Bolivia; ustedes verán cómo”.

Nos volcamos a “cranear” tanto en La Paz como en Tiwanaku, donde tres paceños -Gustavo Iturralde, Jimmy Zalles y Javicho Reyes- habían iniciado con otros una pionera comunidad jesuítica con aymaras. Así, a fines de enero nació el Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA).

Pese a la Reforma Agraria, tanto la derecha como la izquierda descartaban a los campesinos e indígenas como actores indispensables para construir un nuevo país, pero nuestra intuición fue que, sin ellos, el nuevo país no iba a existir nunca.

Era el corto período de apertura, con cierto sentimiento de culpa por no haber apoyado mejor al Che, marcado por la segunda guerrilla en Teoponte y el corto Gobierno del general Juan José Torres.

Nuestra primera oficina eran los cuartos mío y de Lucho en otra flamante comunidad jesuita en la calle Illampu, compartida con Lucho Espinal, Pedro Negre, Pepe Prats y algunas familias de jóvenes líderes universitarios, con los que ellos trabajaban, como Hans y Achi Moeller, Óscar y Lucy Eid, Gloria Ardaya y su pareja de entonces, Nils Sanz.

Esta forma de comunidad mixta de jesuitas y familias laicas, niños incluidos, fue una experiencia muy rica y controvertida de convivencia cristiana comprometida. Algo comparable ocurría en Tiwanaku.

Tanto desde CIPCA y Tiwanaku, para el campo, como desde esta comunidad íbamos estableciendo contactos en el campo y en la ciudad con diversas organizaciones sociales y políticas y también con el movimiento ecuménico continental ISAL, entre otros.

En agosto de 1971 todo quedó trastocado por el golpe y dictadura militar de Banzer. La universidad se cerró indefinidamente, sus líderes debieron ocultarse, algunos cayeron presos y otros murieron.

Parte de las familias en nuestra singular comunidad seguía con nosotros y a veces llegamos a organizar reuniones clandestinas con sus esposos perseguidos. Una vez la comunidad fue allanada para detener a nuestro Lucho Alegre, que pasó un tiempo en las celdas del DOP.

Poco después Javicho Reyes sufrió la misma suerte' Pero casos como ésos ayudaron más bien a consolidar grupos solidarios de carácter más ecuménico frente a la dictadura, primero con la Comisión Episcopal Justicia y Paz y, cuando ésta fue desbaratada por su denuncia de la Masacre del Valle (enero 1974), con la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia.

En los momentos más conflictivos siempre sobresalía el compromiso, visión política y solidaridad humana de los dos Luchos (Alegre y Espinal), por ejemplo, para acoger a perseguidos en casa y hasta dar trabajo a algunos en CIPCA.

Hasta ahora mucho le agradezco el carajazo que me echó por no haber regresado entonces de inmediato desde Caranavi y haber seguido allí absurdamente por ciertas tareas de una investigación.

La comunidad ya no pudo sobrevivir el golpe de García Meza en 1981, que afectó particularmente a Gloria Ardaya. Pero los miembros de ella hemos seguido encontrándonos hasta hoy, pese a nuestras trayectorias tan distintas. Nos damos ahora el afectivo nombre de “los piadosos”.

En esos 15 años, la persona clave para la estructuración de CIPCA fue Lucho Alegre, con su visión y habilidad única para sortear situaciones difíciles. Por ejemplo, para combinar la expansión pluricéntrica de CIPCA como una red de oficinas que abarquen la pluralidad étnica y ecológica del campo boliviano, y así presentar soluciones válidas a nivel nacional; y su mano firme para mantener a CIPCA con una clara visión política institucional, pero independiente de los partidos que nos acosaban de diversos lados al no poder llegar al poder real.

Fomentó también la creación de la red Unitas, vigente hasta hoy, y las redes más coyunturales del Plan Sequía 83, quizás las acciones de mayor envergadura emprendidas por las ONG de Bolivia. Por el camino, surgió también, como complemento, una sólida red de contrapartes mayormente europeas, que nos han mandado ahora sentidos testimonios.

Desde 1986 la vida de Lucho hizo un giro del ámbito del desarrollo rural hacia el acompañamiento más personal a jóvenes y parejas, mostrando otra faceta humana muy recordada en su muerte por quienes estuvieron con él en la CVX, grupos matrimoniales o en el VOSI (un voluntariado SJ en regiones periféricas del país).

Esta cualidad la tenía ya desde siempre pero en esos últimos años pasó a primer plano. Todos agradecen su sensibilidad y solidez, en medio de su estilo libre, irreverente, lleno de humor' y de humo, con capacidad de dedicar todo el tiempo necesario a quien más lo necesite. Valeria me dice: “Su nombre lo dice todo: Luchó Alegre”.

En 2010 pasó a la enfermería jesuita de Cochabamba, con algunas escapadas afuera. Yo le vi por última vez en noviembre 2012 convaleciente de una operación de cadera. Después tuvo una última operación en los intestinos de la que ya no pudo recuperarse.

Gloria Ardaya fue quizás la última que logró tener con él una larga charla. Resaltaba lo feliz que se había sentido con esa vida tan plena de experiencias. La víspera de su muerte le visitó Hans Moeller, otro “piadoso”, pero ya sólo lograron comunicarse por señas y, al final dijo: “¡Nos vemos!”.

Casi al mismo tiempo se estaba realizando la última reunión de “los piadosos” en La Paz y se habló bastante de Lucho sin saber aún que se estaba muriendo. Sin duda, ¡nos seguiremos viendo!

 

(*) Xavier Albó es antropólogo, lingüista y jesuita.

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