CIPCA Notas

Deforestación e inundaciones

Autor: Vincent Vos (*)
Fecha: 09/06/2014

El pasado 25 de mayo, una noticia en el periódico El Día caracteriza a Bolivia como país con mayor tasa de contaminación, considerando que por habitante se libera 20 toneladas de dióxido de carbono, la más alta emisión del continente. Por su lado Müller et al (2014) indican que en el periodo 2006-2010 la tasa anual de deforestación fue de 205 mil ha/año (0,53%), que nos clasifica entre los 10 países con las tasas de deforestación más altas en el mundo.


Estos datos son especialmente preocupantes en el marco de las recientes inundaciones que azotaron el oriente de Bolivia, ya que implican que más que meras víctimas nos estamos convirtiendo cada vez más en corresponsables de los efectos del cambio climático. Además, la deforestación agrava las inundaciones en forma directa, porque elimina las barreras naturales entre las zonas de altas precipitaciones y los ríos, facilitando el escurrimiento del agua. En este sentido, las inundaciones mucho más que un "desastre natural” son un resultado de un manejo inadecuado de los ecosistemas. 


El desastre principalmente afectó la región amazónica de Bolivia. Si analizamos la economía productiva de esta región, resalta la importancia de los ecosistemas forestales. En especial de productos no-maderables como la castaña, el cacao y una variedad de frutos de palmeras, constituyen el principal motor de la economía regional, y, por lo general, la principal fuente de ingresos para las familias rurales. La producción forestal además muestra una resiliencia relativamente alta ante los desastres naturales, donde muchas familias han perdido su producción agrícola por completo, los recursos de los bosques y sistemas agroforestales se convierten en importantes salvavidas para la economía familiar y, por ende, la economía de la región.


En ese marco, es preocupante observar que la cuantificación de daños y la ayuda para recuperar la capacidad productiva se enfoca casi exclusivamente en la producción agropecuaria, sin tomar en cuenta la importancia del sector forestal. Por ejemplo, los formularios Evaluación de daños y necesidades agropecuarios a nivel familiar post-evento del MDRyT usados para cuantificar los daños de adversidades agroclimáticas  permiten la cuantificación de daños agrícolas, pecuarias y a la infraestructura productiva, pero no permiten registrar los daños relacionados a la producción forestal ni de cultivos multianuales. Esta emisión probablemente es una de las causas principales que dentro de la ayuda gestionada para la recuperación de la capacidad productiva no existe una inversión significativa en el área forestal: dentro de los  476,6  millones de dólares destinados para las regiones afectadas por las lluvias en el marco del Plan Patujú, el fideicomiso de  10,5 millones de dólares para la recuperación de las pérdidas por parte de las empresas beneficiadoras de castaña, forma la única inversión relacionado al área forestaly no hay ninguna inversión directa a la producción forestal (La Razón, 03/05/14). Aún más preocupante es la reciente decisión de la ABT de autorizar desmontes para crear nuevos espacios para el ganado afectado por las inundaciones (Radio Fides, 24/04/2014).


Sin desvalorizar las otras formas de ayuda, es imprescindible contar con un mayor apoyo a la recuperación de la capacidad productiva forestal, para poder mitigar futuros "desastres naturales” y brindar ayuda más eficiente a las poblaciones afectadas. En este sentido son rescatables las diversas iniciativas de reforestación que actualmente se están desarrollando paralelamente al Plan Patujú, como el Programa Nacional de Forestación y Reforestación dentro del cual recientemente se plantó medio millón de árboles en 17 comunidades afectadas por las inundaciones. No obstante, estas iniciativas por si solas no serán suficientes para contrarrestar la deforestación, y se requiere una evaluación crítica de los actuales modelos de desarrollo para la Amazonia, como base de proyectos de apoyo y propuestas de desarrollo estratégicas. 


En este marco debemos resaltar la propuesta boliviana del Mecanismo Conjunto de Mitigación y Adaptación para el Manejo Integral y Sustentable de los Bosques y la Madre Tierra que ha generado repercusiones a nivel mundial. Pero también a escalas más locales existen experiencias muy rescatables desde propuestas económica-productivas desarrolladas por instituciones de apoyo, hasta la experiencia milenaria de las propias poblaciones locales. Y, finalmente, debemos tomar en cuenta la importancia del marco legal, como reflejado en el tremendo impacto que ha tenido un mayor control de desmontes por parte de la ABT contribuyendo directamente a una reducción de 75% de las tasas de deforestación nacional:de 300 mil ha  en 2010 a sólo 76.000 ha en 2013.

 

(*)  Vincent Vos es biólogo en CIPCA Norte Amazónico.

 


Artículo publicado el domingo 8 de junio en Página Siete.

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