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El chivé, un producto hecho con manos de mujeres de Beni

El chivé, un producto hecho con manos de mujeres de Beni

Una de las mujeres tuesta el chivé que está listo cuando tiene un color rosado. Fotos: Freddy Barragán.

Autor: Margarita Palacio / San Ignacio de Mojos - Página Siete
Fecha: 31/08/2018

En Santa Rosa del Apere, la harina de yuca es utilizada para el consumo familiar y para la comercialización. También se dedican a la producción artesanal.

lora Ribero junto con otras mujeres de la comunidad de Santa Rosa del Apere, a 35 kilómetros de San Ignacio de Mojos, fabrica un preparado a base de harina de yuca llamado chivé, un producto infaltable en la mesa de aproximadamente 50 familias que viven en el pueblo y también clave por su comercialización.

Al venderlo, Flora logra obtener sus propios ingresos económicos para comprar sus necesidades y para algunos gustos de ella y sus dos nietos que juegan con sus amigos en el patio de su casa mientras ella tuesta el chivé.


“El chivé es para vender y también para nuestro consumo. La arroba la vendíamos a 150 bolivianos. (...) Sembrar yuca, platanito, arroz, todo eso se vende para comprarnos nuestras necesidades”, dice Ribero.

Así como Flora Ribero, una gran mayoría de las indígenas del Beni realizan, entre otras tareas, el chivé. Uno de los productos potenciales de la Amazonia boliviana que aporta a la seguridad alimentaria y al desarrollo económico de las mujeres, según explica la directora general de CIPCA, Pamela Cartagena.

El mejoramiento de las condiciones socioeconómicas de las mujeres es uno de los beneficios de la Propuesta Económica Productiva (PEP), impulsada por CIPCA en coordinación con las comunidades, que es un planteamiento técnico y político de desarrollo rural sostenible orientado al fortalecimiento del sector campesino indígena.

Ribero no sólo produce yuca para hacer el chivé, sino que tiene una variedad de cítricos (toronja, naranja y mandarina) y productos como el coco, cacao, plátano y camote, entre otros. Este modelo productivo responde a la implementacón de sistemas agroforestales que son parte de la PEP y se conforman por la combinación adecuada de cultivos anuales o de cultivos a corto plazo.


“Estos modelos de desarrollo, como la gestión integral de bosque o los sistemas agroforestales y otros, son modelos productivos ya probados que pueden generar beneficios sociales, económicos y ambientales” asegura la directora general del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA), Pamela Cartagena.

Santa Rosa del Apere, está ubicada al sudeste de San Ignacio de Mojos y es parte del Territorio Indígena Multiétnico (TIM) en el departamento del Beni.

CIPCA entregó cinco ralladoras al sector y gracias a esta máquina portátil las comunarias han disminuido el trabajo que conlleva hacer chivé. Antes, con el sistema tradicional molían 10 quintales de yuca en dos días y ahora lo hacen en sólo una hora.

“Ya no nos sacrificamos por rallar. En un ratito no mas se hace. Antes nos cansábamos el brazo”, recuerda Flora.

La máquina la usan todas los comunarias de Santa Rosa del Apere. El procedimiento es sencillo, sólo deben prenderla y poner las yucas previamente peladas y cortadas en pedazos de aproximadamente 35 centímetros. “Hay que hacerlo con cuidado, sin meter los dedos”, dice. La yuca triturada cae a un balde que está bajo la ralladora.

Cuando Flora termine de procesar llevará la máquina a otra persona interesada que haya reservado su cupo. Por cada uso, las comunarias aportan entre ellas 10 bolivianos para comprar la gasolina y el mantenimiento.

Oliver Vaca, responsable de la oficina de San Ignacio de Mojos del CIPCA, explica que además del chivé hay una diversidad de productos transformados que son el resultado de la gestión integral del bosque que la Organización No Gubernamental fundada por jesuitas aplica en el lugar.


Entre ellas está la pasta de cacao silvestre, pulpa de asaí, miel de abeja, harina de yuca y algunos productos hechos con cítricos. También hay muchos derivados de la caña de azúcar como el empanizao (tablilla de miel de caña), melao (miel) y jalea.

“Los productos transformados son una muestra de la diversidad y riqueza que tienen los bosques, los indígenas y campesinos que habitan en regiones amazónicas. Se obtiene una diversidad de alimentos y subproductos y éstos se pueden producir bajo sistemas agroforestales”, asegura Vaca.

Gracias a que ha aumentado el consumo local del chivé, tanto en Santa Cruz como en San Ignacio de Mojos, el precio ha incrementado. Hace 10 años un kilo de este producto costaba alrededor de cinco bolivianos y actualmente está a 15 bolivianos.

Debido a que hay mayor mercado, agrega Vaca, también incrementó la superficie de cultivo de yuca. Sin embargo, aún no se exporta chivé al Brasil, donde el producto está mucho más caro. 

Procedimiento

La transformación de la yuca empieza desde el cultivo que se realiza entre abril y mayo. Antes, los comunarios preparan el terreno que debe estar en una mayor altura para que el tubérculo pueda tolerar el tiempo de lluvia.

Cada familia cultiva aproximadamente tres tareas de yuca (3.000 metros cuadrados). Para obtener una arroba de chivé se requieren tres arrobas de yuca madura, para eso se debe recolectar entre un periodo de 12 a 18 meses.

“Si está de menor edad, el tubérculo tiene mucha agua y se requiere mucho más, entre cinco a seis arrobas de yuca para una arroba de chivé”, explica Vaca.


Es decir que mientras más madura la planta hay mayor rendimiento. Por ejemplo, tres plantas de un cultivo de 12 meses darán mínimo ocho kilos de chivé.

Pero debido a la presencia del taitetú, también conocido como chancho de monte, los comunarios generan una pérdida de casi el 20% de la producción de yuca. “Si el cultivo se encuentra más lejos, es de del 50%”, dice Vaca.

Flora recuerda que el año pasado sembraron cinco tareas de yuca (media hectárea), pero lamenta que este año los taitetús se comieran más yuca que en 2017.

“Ahora hemos sembrado y los taitetús se acaba de voltear la yuca, no lo deja, lo vuelca. El año pasado no ha sido tanto. Cuando llueve es cuando salen los bichos del monte y se los come”, dice Flora.

En unos baldes tiene un montón de yuca pelada y rallada. En otro recipiente hará fermentar el producto por un lapso de 15 días.

“A medio día ya hemos extendido al sol y luego lo hemos cernido. Este es el jachi de la yuca que tenemos que sacar”. Luego Flora retuesta en una gran paila con la brasa no muy fuerte, siempre evitando que se pueda generar llama.

De las 50 familias que hay en Santa Rosa del Apere, alrededor de 16 son las que más utilizan la ralladora. En las próximas semanas la yuca estará más gruesa, así que la cosecharán y le darán más utilidad a la máquina.

Esta bebida típica del oriente boliviano se la sirve con agua y azúcar o miel de caña. Es el ingrediente principal para preparar pasoca, una comida que se la consume habitualmente en el desayuno con café, té o chivé o también se puede incluir en el tapeque durante un viaje.

También es tradicional acompañar chivé con sopa. “Tiene una serie de utilidades para el consumo”, dice Vaca.

El chivé, un producto orgánico y transformado artesanalmente, es muy nutritivo, tiene un alto contenido de almidón, y además es ideal para el clima tropical por ser tan refrescante.

Los nueve hijos que tiene Flora Ribero, el menor de 27 y el mayor de 30, ya se han independizado así que el trabajo para ella ha disminuido y puede dedicarse con más dedicación a la organización de mujeres de la comunidad donde ella es representante.

Cuando no hacen chivé realizan una variedad de tejidos como hamacas, bolsones y alforjas.

Otra de las mujeres de Santa Rosa del Apere, Geily Azarro, cuenta que hacer una hamaca grande es un trabajo laborioso de aproximadamente un mes.

“Lo vendíamos a 600 bolivianos, una mitad para la tejedora y la otra para la organización. Todingos los días se trabaja, cansa la espalda, más de ocho horas”, dice mientras muestra orgullosa sus tejidos que preservan los conocimientos ancestrales.


40 productores participan de la feria en San Ignacio de Mojos

Alrededor de 40 productores participan de la Feria Productiva y Artesanal Mojeña que inició el sábado 28 y finaliza este lunes. Esta iniciativa se realiza anualmente desde 2002 en conmemoración al aniversario de San Ignacio de Mojos.

La actividad es organizada por la Asociación Agroforestal Indígena de la Amazonia Sur (AAIAS) y las subcentrales de mujeres del Territorio Indígena Mojeño Ignaciano (TIMI) y del Territorio Indígena Multiétnico (TIM). Cuenta con el apoyo del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA) y el Gobierno Autónomo Municipal de San Ignacio.

La feria ofrece productos como el cacao, plátanos, yuca, camote, arroz, guineo, chivé, empanizao, jalea, miel de caña y chicha, entre otros.

Así como también cuenta con una variedad de artesanías, hilo de algodón y tejidos como hamacas, bolsones y monederos.

También hay una diversidad de platos típicos como masaco de plátano, locro de gallina criolla, cabeza de pescado, jochi a la olla, pescado a la parrilla, majadito de charque. Y bebidas como el somo y la chicha de maíz o de camote.

“Trajeron remedios artesanales, aceite de motacú para el pelo o de coco. Hay tambaqui o pacú, un pez amazónico grande cuya carne es muy apreciada en Pando”, dijo Ilse Yoki, secretaria de CIPCA Beni.

La participación de las organizaciones y familias campesinas indígenas en estos espacios contribuye a visibilizar su aporte para mejorar la seguridad alimentaria familiar y escolar.

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